Que he aprendido al andar en Bicicleta
Hola a todos & todas,
En los últimos meses del 2024 me reencontré con el ciclismo de ruta, una pasión que había quedado en pausa por muchos años, y el proceso ha sido profundamente transformador tanto en lo físico como en lo emocional.
A mis 55 años, redescubrí que nunca es tarde para desafiar nuestros propios límites y que el deporte es una poderosa herramienta para cultivar la felicidad y el bienestar.
Logré cosas que antes consideraba imposibles o muy difíciles para un viejo como yo: Andar por más de 4 horas seguidas a con buena cadencia, ascender mil metros en una sola salida, completar fondos de 100 kilómetros o un poquito más, aumentar la velocidad promedio en cada salida.
Cada una de estas metas superadas me recordó una verdad clave: la satisfacción profunda no viene solo del resultado, sino del esfuerzo sostenido, del compromiso diario y de la capacidad de enfrentar el reto paso a paso.
Lecciones aprendidas:
El ciclismo me ha enseñado valiosas lecciones aplicables a la vida y al liderazgo, como lo son:
1. La fortaleza mental es tan importante como la física: En cada ascenso duro o kilómetro extra, aprendí a calmar mi mente, a enfocarme en la próxima pedalada y a valorar el progreso incremental. La resiliencia mental que desarrollamos en el deporte es la misma que necesitamos frente a los desafíos de la vida y el trabajo.
2. La importancia del proceso y no solo del destino: Mientras pedaleo, cada momento cuenta. Estar presente y disfrutar del trayecto —el viento en la cara, los paisajes, las conversaciones con otros ciclistas— es tan valioso como alcanzar la meta.
3. El poder de los amigos y el apoyo mutuo: Participar en rutas con otros me recordó cómo el apoyo colectivo potencia nuestros esfuerzos individuales. En equipo, compartimos consejos, superamos barreras y celebramos juntos los logros.
4. El cuerpo humano es una máquina maravillosa: Con dedicación y cuidado, somos capaces de adaptarnos y lograr cosas que antes parecían fuera de alcance. Esto también aplica a nuestra mente y a nuestras habilidades.
Además, disfruto estas experiencias junto a mis dos hijos, quienes, siendo jóvenes, también me enseñan mucho. Aunque soy más lento que ellos, intento ser un ejemplo de perseverancia y pasión, demostrando que el esfuerzo y la dedicación no tienen edad.
Este viaje personal también me ha dado una nueva perspectiva sobre el equilibrio entre el trabajo y el tiempo personal. Redescubrí que priorizar actividades que nos hacen felices no solo mejora nuestra calidad de vida, sino que también nos convierte en mejores profesionales y líderes, más empáticos y centrados.
Quiero animar a todo aquel que me leyó , sin importar la etapa de la vida en la que se encuentren, a buscar aquello que les apasione, a redescubrir viejos amores y amistades olvidadas por allí o a encontrar nuevos desafíos. Siempre hay tiempo para crecer, aprender y sorprendernos a nosotros mismos.
Nos vemos en Ruta
Rodolfo